Capítulo VIII.- La inercia (Amalia)

Normalmente nos movemos por inercia. Vivimos por inercia, incluso. No quiero decir que hagamos las cosas sin un por qué, pero lo cierto es que la mayoría de las personas, aunque tengan una idea a medio o largo plazo de quién quieren ser, toman las pequeñas decisiones siguiendo la inercia de la vida. Sin darle más vueltas y como si pedir un té o un batido, azúcar o sacarina, sentarse en esta cafetería o la siguiente, ignorar el calor o pedir un vaso de agua, por ejemplo, no fuesen unas decisiones cruciales que puedan cambiar el curso de su existencia.

Quizá penséis que es una tontería. Amalia seguramente lo habría pensado. Ella, como muchos, había estudiado «algo con salidas». Había buscado trabajo al acabar y se había sentido tremendamente feliz cuando lo encontró. Odiaba madrugar, no se había imaginado que ser abogada era recibir palos cada día e irse sintiendo más y más pequeña, ni presentía que el trabajo no iba a hacerla sentirse realizada sino más bien tirada en mitad de un campo de batalla. Y, por supuesto, prefería el batido al té, siempre pedía sacarina, nunca iba sola a una cafetería y no renunciaba al vaso de agua. Sí, puede que sólo sean detalles, pero qué son los detalles sino esas casualidades que en el futuro comienzan la frase de «si no hubiese sido porque…» y terminan con algo parecido a «¡Qué casualidad!». Esas que nos dejan con la sensación de lo frágil que es a veces la inercia con la que guiamos nuestra vida hacia delante y cómo pequeños acontecimientos sin prever son los que realmente la llevan.

Todo esto, pero de una forma mucho más confusa y desestructurada, tal y como sólo puede pasar en un segundo en nuestra cabeza, fue lo que pensó Amalia cuando al salir de la Notaría se encontró, o más bien casi chocó, con Don Javier Román que charlaba animadamente con Moreno o «el Morenito», como lo llamaba Maca.

– ¡Hombre Amalia! Te voy a presentar a Javier, socio y director de BSVC, o sea, la competencia.

– Sí, nos conocemos de la universidad, estabas en mi clase de Derecho Mercantil el año pasado, ¿no? Muy buena alumna – dijo con una sonrisa -, creo que habéis hecho un buen fichaje.

Moreno la miró sonriendo, esperando que ella dijera algo. Pero no podía, estaba en shock. Se limitaba a mirarlos con ojos de corderito y musitó un «sí…». Quizá una reacción distinta habría cambiado el curso de los acontecimientos, habría evitado lo que pasó unos meses después. Siempre se quedaría con esa duda. Igual, si en vez de haberse quedado paralizada y haberse hecho más pequeñita, hubiese sido capaz de coger las riendas de la situación y mostrarse segura, todo habría sido diferente.

– Bueno, tendrás que irte al despacho, ¿no? Pide a Paula lo que necesites mientras estoy fuera.

– Encantado, Amalia. Y que te recuperes pronto, parece que cojeas un poco de un pie, ¿no? Espero que no haya sido de correr descalza por la calle – y soltó una fuerte carcajada que rápidamente se vio secundada por la de Moreno, que le seguía la corriente.

Aquellas palabras cayeron como un jarro de agua fría sobre ella, ya estaba de espaldas y había empezado andar. No se detuvo. Vaya gilipollas.

– La chiquitina trae cara de haber visto un fantasma, ¿pa’ tanto ha sido la firma? – Maca, en su línea de recibimientos habituales acaparaba toda la atención del staff que ahora examinaban su mala cara. Le tenía cariño, pero qué inoportuna y escandalosa era.

– No, sólo agobiada, tengo que terminar de ver un tema que me ha pasado Matías y voy a llevar con él.

– ¿¡Cómo!? – Paula se levantó y se acercó a toda prisa con los ojos tan abiertos que parecía que se le iban a caer y salir rodando en cualquier momento – Matías, el socio, uno de los mejores abogados del despacho, ¿te ha dado un tema para que lleves con él? ¡Pero tú sabes la oportunidad que supone eso!

De repente, su móvil, que había dejado al llegar sobre su mesa, al lado de donde acababa de sentarse Paula, se iluminó y apareció el símbolo de haber recibido un nuevo whatsapp.

– Te escribe… Javier Román – leyó Paula -, ¿ese es tu novio? ¡Se llama como el director de BSVC!

– Es un primo mío del pueblo – contestó guardando rápidamente el teléfono en su chaqueta. Parecía que el corazón se le iba a salir, tenía incluso miedo de que Paula y Maca pudiesen escuchar sus latidos desde donde estaban.

– Déjate de primos ni na’, chicas esta noche salimos. Amalia si tenías novio, tienes que dejarlo ahora mismo. Un amigo es portero en un garito cerca de aquí. Tenemos chupitos gratis, eso sí, ponte algo menos lúgubre que lo que traes para trabajar.

– Eso, eso, hay que celebrar que has hecho el último examen y que dentro de poco te voy a mandar a hacer juicios.

No podía decir que no. Seguramente, ninguna de las tres tendría que haber salido esa noche. Pero cómo iban a imaginar ellas que iba a pasar algo como lo que ocurrió…

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